Javier Antonio Torres Vindas.
Sociólogo costarricense.
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El
nombramiento de Jorge Mario Bergoglio como el Papa 266,
autodenominado Francisco I, es primer Papa no europeo desde Gregorio III hace 741 años. Primero de origen
latinoamericano, pero de Sangre
europea. El cual es motivo de
controversia. Esto merece, según mi juicio, una reflexión para el debate y toma
de postura personal.
Muchos y muchas, especialmente en América Latina, personas
sencillas, creyentes, devotas celebran el acontecimiento y ofrecen en lo
privado o públicamente sus alegrías y oraciones. Otros no. Sienten su nombramiento
con tristeza, con desazón y recelo. Una amiga ex religiosa (más aún creyente
católica) me ha escrito en un chateo: “…lo conozco...era el provincial que arruinó procesos liberadores de la Compañía de Jesús en Argentina… cerró la experiencia de inserción... cerró la
universidad a mujeres y a laicos... muchos creen que apoyó la dictadura... ha
promovido una pastoral jerárquica, asistencialista y devocional… él es muy
inteligente, de mentalidad más europea
que los europeos…es de mentalidad militar …es misógeno y un homofóbico…
así es... pero se veía venir... tiene mucho poder y dinero... había quienes
rogaban para que Ratzinger no renuncie... pero el mismo Bergoglio y su grupo
hace rato venía sugiriendo…así es, muchos creen en Argentina que él entregó a
los religiosos desaparecidos en la dictadura de Videla....”
Ante estas dos posturas extremas nace la pregunta ¿qué expresa y condensa la elección de este latinoamericano? Siento que deben asumirse varios corolarios que inviten a la discusión.
En primer lugar, la religión católica como institución social e histórica se rige por un orden jerárquico masculino antes, ahora y en el futuro. Dicha jerarquía puede ser progresista o retrograda según se analice en su momento histórico. Estas jerarquías amparan sus decisiones en la oración, la lectura de los signos de los tiempos y en la iluminación del Espíritu Santo. La elección del Papa se demarca con un humo blanco y su impostura deviene luego en inefabilidad pontificia del elegido. Este mecanismo de las altas esferas es inmune a todo intento de cuestionamiento interno y externo a tal institución.
En segundo lugar, en el caso de la Iglesia Católica hay una historia oscura que ha acompañado lo mejor de ella (en tanto religión que dé sentido de vida y esperanza a las personas): muchas veces negada, otras olvidada y en otras a través de un depurado mecanismo metafísico se auto-dispensa de toda culpa [se sabe que ostentan este poder evangélico de perdonar pecados propios y ajenos; además de condenar a propios y extraños].
De hecho en América Latina, desde hace mas de 500
años, una de sus funciones socio-históricas ha sido portar "la espada y la cruz", cuyo efecto
de dominación cultural, política, ética y libidinal se manifiesta de forma
“naturalizada” en millones de creyentes latinoamericanos. Algunos ejemplos de tal dominación
cultural-teológica en América Latina han sido y son: exterminio de poblaciones
originarias por paganas, tortura, excomuniones, complicidad con golpes de
Estado, complicidad con dictaduras, lectura sesgada de derechos humanos que no reconoció el alma de pueblos originarios,
que no reconoce el derecho al aborto y que presenta las relaciones gay-lésbicas
como aberraciones contra natura. Todo ello, amparado en su “poder pastoral” que hace que millones de
latinoamericanos sean mantenidos en la subordinación y subdesarrollo y dependencia
ideológica, y por ende, vean con buenos ojos y con corazón sincero, lleno de
alegría y renovados la elección de Francisco I.
Tercero, tal “naturalización” celebratoria de
este nombramiento se erige en los grandes medios de comunicación que anuncian
la emergencia de un papa latinoamericano y obvian u ocultan la escatología
propia de este nombramiento. Francisco I expresa y condensa una teología
latinoamericana oficialista y de alto clérigo: vivimos en un valle de lágrimas en otra vida nos espera el reino de los
cielos. Tal lectura del evangelio o apuesta de lectura hermenéutica –al
decir de Juan Luis Segundo-, implanta una esquizofrenia ideológica muy propicia
al poder patriarcal, vertical, autoritario y sacrosanto de la Iglesia Católica y
otros grupos de poder allegados en América Latina: allá en el cielo seremos
felices, plenos e iguales; acá no. En esta vida podemos ser malos, despreciables,
autoritarios, malos patronos, etc., un
minuto antes de morir pedir perdón y ya estas dentro del reino. Con ello también puedes justificar el hambre
de millones, las guerras, los golpes de Estado, bien satanizar a todos aquello/as "maldito/as" que
no comparten esta forma de creer: homosexuales, lesbianas, gente pro aborto,
defensores de derechos humanos, ambientalistas, marginales y marginables,
victimizables. Poder que reside precisamente en esa capacidad ideológica de su
dominación naturalizada.
Hay que decirlo claro, en América Latina “(…) el
aparato clerical católico forma parte del sistema de poder y dominación de las
formaciones sociales latinoamericanas. En este sentido se asemeja a los aparatos militares (directamente
involucrados en los aparatos estatales)
o a los medios masivos empresariales privados comunicación; pero no es idéntico
a ellos. (…) El aparato clerical
enjuicia y es atendido, habla y es escuchado, convoca para desmovilizar y puede alcanzar éxito, ofrece
su mediación como si estuviese por encima de la historia y de sus
antagonismos, condena la violencia
(toda, cualquiera) y llama a buscar la verdad, la paz y a la reconciliación apelando a un bien
superior. Y nunca, o casi nunca, se
exige castigo contra él o lo recibe. A su vez la gente no se siente recibiendo castigo por parte de las
iglesias, sino algún tipo de seguridad e incluso experimenta formas de
gratitud hacia ellas, aun a costa de
recibir sus sermones y reprimendas.” (Helio Gallardo, América Latina y aparatos
clericales).
Cuarto, en definitiva la emergencia de este papa
latinoamericano (amigo de Videla, en contra del aborto, de los matrimonios
gay-lésbicos y demás posturas autoritarias y paternalistas) lo que hace es
evidenciar a una institución con una gran resiliencia a los cambios de la
modernidad del siglo XXI, con una grande
capacidad adaptativa hacia otros poderes fácticos del momento y con un poder cultural e ideológico
capaz de “naturalizar”, obviar, olvidar y hasta satanizar cualquier cuestionamiento
al carácter regresivo de quien ocupa desde el 13 de marzo del 2013 la silla
papal: Jorge Mario Bergoglio o Francisco I.
En definitiva, su nombramiento hace un parte
aguas entre católicos y no católicos, entre creyentes y no, entre aquellos que
celebran honestamente pero olvidando todas las atrocidades de la Iglesia y del
nuevo papa; y aquellos que lo repudian, entristecen y hasta se rasgan las
vestiduras, siendo o no “parte del rebaño”.
Es complicado asumir herencia cultural e
histórica, de todo/as que hemos nacido en América Latina y cuyos padres,
abuelos y muchas generaciones atrás han sido y son católicos. Quizá nuestro
impacto, nuestra protesta, nuestra voz
se pequeña pero debemos ser honestos con nosotros mismos: hoy es un día
triste para aquello/as que nos queremos creyentes en Jesús de Nazareth y de la
posibilidad, de la tarea de un reino de Dios acá en la tierra. Hoy nuevamente cuestionamos
nuestra herencia latinoamericana, la de una iglesia autoritaria, vertical,
cómplice de crímenes de guerra, celebratoria del rito sacrificial del olvido,
la subordinación, la abyección de millones de creyentes latinoamericanos. Sí es
fuerte, nombrar a este Jorge Mario Bergoglio Papa. Es
celebratorio de la muerte, de la complicidad y de la barbaridad; al menos la
acaecida y bendecida por la Iglesia Católica en América Latina desde el siglo
XVI al día de hoy.
¿Pero
acaso los desesperados no tienen esperanza? Quizá la decisión del cónclave al
poner al frente a Jorge Mario Bergoglio sea el anuncio de la irrupción
de un tiempo mesiánico –del jetzeit
benjaminiano-, de una esperanza sostenida por aquellos y aquellas que parece
carecen de ella. Más no debemos caer en gran tristeza, sino pronto buscar
formas de afrontarla y luchar a pesar de la adversidad. Como afirmase el poeta
costarricense Jorge Debravo:
Hoy no es
día de sentarse de espaldas a la vida,
con las
manos en cruz y un jesucristo amargo en las rodillas.
Hoy no es
día de enclaustrarse en conventos mohosos
ni de
cantar canciones de novia abandonada.
Hoy no es
día de ponerse a sumar amoros
y a
inventariar los sueños y las tristezas viejas.
Hoy es da
de correr, con los brazos en alto,
a
trabajar la tierra ms feraz y más ancha
y sembrar
las semillas de la vida.
Hoy es
día de hacer campo para cada muchacho,
para cada
muchacha,
para cada
hombre joven, sudoroso.
Hoy es
día de aserrar millones de cadenas
y día de
buscar panes para nutrir hambrientos.
Que los
templos se caigan a solas aplastados
por su
propia vejez y su fiel condición
de
plantas anticuadas.
Que el
sacerdote hable, predique en media tierra,
luche al
lado del joven, del anciano y del niño.
Hoy es
día de arar con arado de fuego
las eras
del amor y el entusiasmo.
Hoy es
día de arrancar las plantas amargadas,
de
arrojarlas al fuego y aventarlas.
Hoy es da
de correr como animales dulces
a lo
largo del largo camino de la vida.
De correr
por la tierra y más allá de ella
y más
adentro de ella.
Los
santos de este día no han de tener cilicios,
ni ojeras
enfermizas, ni músculos de hielo.
Los
santos de este día han de ser los mecánicos,
los
científicos hondos que apresan el Planeta entre sus manos.
Deben ser
los maestros que se hunden paso a paso
en las
más escondidas axilas de la tierra.
Que los
templos se caigan sobre los sacerdotes
y los
cristos manidos que no quieran salir a respirar la vida.
Y que nos
venga el Cristo poderoso y enorme
con mano
de mecánico y un mapa universal como bandera.
México
D.F., 13 de marzo de 2013.
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