jueves, 6 de noviembre de 2008

¿Estudiar la cultura en América Latina?

Javier Torres Vindas

Quisiera plantearme esta pregunta: ¿Estudiar la cultura en América Latina? La razón de estratégica es de carácter epistémico. En particular, moldear someramente desde donde leo, elaboro y expongo la temática.
Se parte, para ello, del hecho “óntico”1 de que los seres humanos estamos “arrojados” a la existencia y en el devenir del trato con ese entorno físico aquello que aparecía como extraño fue configurándose “familiar” primero en su manipulación corpórea, luego en su representación pictórica (mental, bien plasmado en la bi-dimensionalidad de un dibujo, por ejemplo) y finalmente en asida por la más acabada representación “lenguaje”, sea este oral y luego escrito.
Este proceso de doble vía (filogenético-ontogenético) implica una apropiación de aquello lejano y ajeno a lo familiar, gracias a la praxis en la cual transformamos el entorno y nos transformamos en nuestro interior. Este paso, de lo óntico (lo existente) a lo ontológico (lo que decimos, el perfomativo acto de construcción de mundo) es lo que en su sentido más lato hemos dado en llamar “cultura”. Es decir, formas de sentir, pensar, actuar, representar. Todas ellas situadas, todas producción no siempre conciente. Aquí, forma, remite a la intencionalidad (individual y/o colectiva) que se materializa y que por el “rictus” de su uso se convierte en transmisibles de unos a otros.
En otras palabras, el hecho de que no sólo los objetos de conocimiento (sean estos míticos, gnoseológicos, teológicos, éticos, estéticos, políticos, epistémicos, etc.) sean históricos, sino también el hombre mismo lo sea, nos impide valorar "neutralmente" la realidad. No existe un saber objetivo, trasparente ni desinteresado sobre el mundo. Tampoco el ser humano, es un espectador imparcial de los fenómenos. Antes bien, cualquier conocimiento de las cosas viene mediado por una serie de prejuicios, expectativas y presupuestos recibidos de la tradición que determinan, orientan y limitan nuestra comprensión.
Es decir, los seres humanos estamos arrojados a un mundo en el que, a través, de un proceso de “socialización” se nos surte de una cultura y un lenguaje determinados (facticidad) que delimita y manipula su conocimiento de la realidad. Ésta no surge de la subjetividad, no es original de cada hombre particular, sino que está condicionada históricamente, y se vertebra en la articulación entre pasado y futuro, esto es, en el diálogo entre tradiciones.
Esto significa que cualquier pregunta prevé su respuesta y presagiamos o anticipamos de antemano aquello que queremos conocer, por lo que se crea cierta circularidad en la comprensión denominada (por Heidegger y Gadamer) "círculo hermenéutico"2, criticada por el cientificismo y la lógica clásica como un error o petición de principio.
Para el caso de “América Latina”, el cuestionamiento de su autenticidad y su identidad, empieza en el mismo momento de su “descubrimiento” (1492), que implicó, su encubrimiento por la “mirada” del europeo. Negada, la realidad sociohistórica, de los habitantes de este continente, se construyó un “hibrido” de tradiciones y marcos de referencia sobre lo que éramos, somos y tendremos que ser. El “vencedor” escribió la historia “verdadera” de América Latina (hegemónica-monológica, i.e. León Cortés) como la “cultura”, negando como “barbarie” (i.e. Juana Lucero, Doña Bárbara, Juan Rulfo, etc.) lo polifónico, carnavalezco, heteglóxico de los perdedores, que en muchos casos sobrevivió mimetizado, oculto entre las bambalinas, y con algunos asomos insurrectos (i.e. Cachaza, Única Mirando al Mar, etc.)
Pensar la cultura en América Latina, Centroamérica, Costa Rica, Guanacaste, Talamanca, etc., es en sí un acto cultural, ético y político. Es tomar distancia y establecer una posición desde donde se propugna desde donde se debe hacer la lucha por establecer los propios objetos de interés, sean estos: cine, teatro, pintura, etc. Bien, una reflexión (literaria, sociocrítica, psicoanalítica, sociológica) sobre esos productos, sus productores, los circuitos de distribución, su consumo. Implica, desde el campo intelectual académico, saber con quien y contra quien se dialoga (Canclini, Brunner, Sarlo, Ivan Molina, Sergio Villena, etc.).
Pensar la cultura en América Latina, es en sí un acto cultural, un habitus que se desarrolla en el campo estructurado y estructurante desde el cual se despliegan ciertas y no otras, posibilidades hermenéuticas y políticas, de eso que se denota como “pensar”.
En resumen, el acto mismo de “pensar” ya enota un lugar epistémico de producción de conocimiento. Lugar sociohistórico, cruzado por las tensiones propias de su ubicuidad y de la capacidad de cada quien de insertar desde allí “su” palabra y potenciar con ello “x ó y” aspectos de la cultura que deben ser atendidos, tratados, remitidos, defendidos, ocultados.
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Notas
1.La Diferencia entre lo óntico y y lo ontológico es trazada por Heidegger en Ser y Tiempo. El primero, indica lo existente independiente de una conciencia que de cuenta de ello; lo segundo aplica a lo que decimos de lo existente (su verbalización, su representación). Este ensayo empieza con esta indicación existencialista, a razón de intentar mostrar el carácter primigenio de la relación de los seres humanos con “su mundo”. Una lectura, alternativa se podría hacer desde Hegel, siguiendo las figuras del Espíritu que va de lo pre-consiente a la conquista del Espíritu Absoluto, a través, de el lenguaje, el trabajo y el deseo; tal como, lo presenta dicho autor en Fenomenología del Espíritu.
2.El círculo hermenéutico es para Gadamer un límite a cualquier intento de comprensión totalitaria pero también es una liberación del conceptualismo abstracto que teñía toda investigación filosófica. Esta limitación traduce fielmente la realidad como un decir inconcluso y no acabado. Heidegger, sin embargo, concibe la circularidad de la comprensión más como una oportunidad positiva que como una limitación meramente restrictiva. A través de la facticidad y del lenguaje se produce el encuentro con el ser, que es el que, en última instancia, decide y dispone del hombre.

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