jueves, 10 de diciembre de 2009

La convivencia es la raíz de la gobernabilidad

Rodrigo Carazo Odio (Q.d.D.g)
Fuente: elpais.cr | 10/12/2009

Las aguas se tornan turbulentas cuando los vientos u otros fenómenos externos las agitan. Hay calma cuando prevalece la armonía. En lo social lo mismo sucede, hay convivencia pacífica cuando hay justicia.

Las palabras suelen ser anuncio de buenas intenciones; los logros sociales son, por lo general, el resultado de decisiones que conducen a la satisfacción de necesidades y aspiraciones de las gentes.

Nuestra América es un mundo nuevo. “Nuevo mundo” que surge del crisol de razas y culturas que ocurre con el encuentro humano producto de la redondez de la tierra que es hoy escenario planetario.

Si con anterioridad al llamado “descubrimiento” vivía este Continente, la que algunos señalan como “la tragedia humana”, fue a partir del siglo XVI, que se materializan en éste cosas que, como la mita y la encomienda y muchas más, fueron producto del dominio del conquistador. Estas nos han heredado grandes tragedias que, aun en la actualidad, continúan pesando en la región; se sigue excluyendo a millones de seres humanos.

África se hace presente en nuestra América y la convierte en el segundo continente negro del planeta.

Todos los pueblos europeos y progresivamente los asiáticos cohabitamos acá. Juntos pero no revueltos, unos gozan de todo, muchos no tienen nada. ¿Podemos esperar que de este cuadro surja un poder político que desarrolle la gobernabilidad como fórmula democrática de gobierno? ¿No será que si así se pretende que sea la realidad, se está tratando de lograr que el criterio de los menos sea dueño de todo lo de los demás?

Se ha dicho que el más grave error que puede cometerse en la vida social es el de distribuir ignorancia. Para mentalizar tal equivocación debemos promover, no mentalizar, tal equivocación; debemos promover, no adoctrinar, que la comunidad sea capaz de lograr un desarrollo estable entre los diversos sistemas sociales, políticos, culturales y económicos que permitan alcanzar un equilibrio equitativo y armonioso en provecho de todos y, esto, es un clima en el que la transparencia y el respeto al derecho de los demás sean realidad.

Del dicho al hecho, decimos constantemente, hay un largo trecho. Si deseamos una efectiva gobernabilidad democrática, nos referimos a los órganos del Estado, de la sociedad, tanto privados como públicos, y a las relaciones entre ellos. Debemos desarrollar la cultura necesaria para lograrla. No es posible llegar al deseado equilibrio si nos dedicamos a buscar el beneficio de un sistema regido por el egoísmo, por el poder de grupos dominantes, o el de las pocas personas que controlan una oligarquía.

¿Será posible dominar a tantos que viven un creciente malestar producto de la codicia de unos pocos, particularmente si se trata de los poderosos y corruptos que dominan la sociedad?

Resulta urgente estar convencidos de que siempre es posible lograr acuerdos aceptables a las partes, si existe el respeto y credibilidad recíprocos y si los gestores o facilitadores de tales acuerdos no los toman como escenario para su promoción personal.

Un pueblo debe ser educado, no sólo para “ganarse la vida” y para “desarrollar negocios”, sino, en especial, para alcanzar la justicia, el equilibrio social y la armonía.

Somos los habitantes de este continente, material que conforma un verdadero nuevo mundo gracias al crisol que nos mezcla de manera constante.

Un reto constante es el de la credibilidad. La credibilidad de los políticos de los dirigentes sociales, empresariales y otros posee consecuencias directas en el respeto a la legitimidad y de la institucionalidad democrática del país. Si las instituciones – públicas y privadas - no merecen para los ciudadanos respeto, se pierde la fe en el sistema democrático de gobierno y con ello se pone en peligro la convivencia democrática y la integración social y política del país.

Para construir credibilidad es necesario escuchar, se requiere oír lo que las personas, los ciudadanos quieran decir. En la actualidad muchos no son escuchados, los jóvenes no son escuchados. Escuchar es un primer paso fundamental para el diálogo.

Debemos convencernos de que el diálogo es una efectiva participación que puede juntar a todos los actores para que así, democráticamente, busquemos el justo camino. Es un imperativo moral del tiempo actual, que posibilitará la convivencia.

No olvidemos que las aguas se tornan turbulentas cuando su armonía se rompe por factores ajenos a ellas.

Una efectiva convivencia, una mayor armonía y concordia social demandan ir más allá de la “tolerancia”, ello se logra con prácticas sociales que se enraícen en la sociedad, se promuevan desde la escuela, desde la familia y con políticas públicas orientadas a la integración e inclusión. Esto permitirá “pasar de la raya de la tolerancia y llegar a la condición magnífica de no notar la diferencia”.

FLACSO nos ha invitado a ayudar a hacer lo posible para que de aquí salga una gestión que coloque a todos: jóvenes, mujeres y pueblos indígenas, a trabajar juntos para lograr que aprendamos a vivir en un mundo del cual la paz deje de ligarse al imperio de la fuerza, y que ella sea entendida como la acción de convivir armónicamente para lograr que este planeta perecible, se convierta en duradero.

(*) Conferencia dictada por el Dr. Rodrigo Carazo Odio en la Facultad Latinoamericana de Ciencias sociales. Septiembre 2009.
http://www.flacso.org/noticias-y-actividades/noticia/reflexiones-de-rodrigo-carazo-sobre-la-convivencia-democratica/?no_cache=1

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