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TOMADO DEL SITIO SOCIOLOGIA CONTEMPORÁNEA-
El próximo mes de octubre el sello editorial Siglo XXI Argentina tiene previsto la publicación de
El poder, una bestia magnífica. Sobre el poder, la prisión y la vida, un volumen que reúne una serie de entrevistas y artículos en los que
Michel Foucault ahonda sobre temas ya conocidos de su proyecto intelectual.
Mientras tanto, el diario argentino
La Nación nos adelante
una por demás interesante entrevista inédita al castellano, concedida al
fotógrafo estadounidense Jerry Bauer en 1978, en la que el filósofo
francés habla acerca de cuestiones como la locura, el poder y la
sexualidad.
Finalmente comentamos que para abril de 2013 Siglo XXI tiene planeado
publicar dos libros más de Michel Foucault: el primero, bajo el titulo
¿Qué es usted, profesor Foucault?, reunirá de igual forma textos inéditos al castellano centrándose en el método de la
arquitectura foucaultiana; el segundo,
La inquietud por la verdad, agrupará textos relativos a la sexualidad y el sujeto.
Entrevista a Michel Foucault por Jerry Bauer
—¿Por qué usted, sin ser antropólogo, se interesa más, desde
un punto de vista filosófico, en la estructura de las instituciones que
en los mecanismos evolutivos?
MF: Lo que trato de hacer —y siempre traté de hacer desde mi primer verdadero libro,
Historia de la locura en la época clásica—
es poner en tela de juicio por medio de un trabajo intelectual
diferentes aspectos de la sociedad, mostrando sus debilidades y sus
límites. De todas maneras, mis libros no son proféticos y tampoco un
llamado a las armas. Me irritaría intensamente que pudiera vérselos bajo
esa luz. La meta que se proponen es explicar del modo más explícito
-aun cuando a veces el vocabulario sea difícil- las zonas de la cultura
burguesa y las instituciones que influyen directamente sobre las
actividades y los pensamientos cotidianos del hombre.

Michel Foucault
—La palabra clave de todos sus libros
parece ser "poder", ya se lo entienda en el sentido de poder
disciplinario, poder de la medicina mental o poder omnipotente de la
pulsión sexual?
En nuestra sociedad, estamos llegando a
refinamientos de poder en los que ni siquiera habrían soñado quienes
manipulaban el teatro del terror.MF: Está claro, procuré definir las estrategias del poder en ciertos ámbitos. Por ejemplo,
Vigilar y castigar
se inicia con un "teatro del terror", la puesta en escena espectacular
que acompañaba las ejecuciones públicas hasta el siglo pasado. Se
suponía que ese ceremonial clamoroso y carnavalesco en el cual la mano
omnipotente de la justicia hacía ejecutar la sentencia bajo la mirada de
los espectadores grababa su mensaje de manera indeleble en las mentes
de éstos. Con frecuencia el castigo excedía la gravedad del delito, y de
ese modo se reafirmaban la supremacía y el poder absoluto de la
autoridad. En nuestros días el control es menos severo y más refinado,
pero no por ello menos aterrador. Durante el transcurso de nuestra vida
todos estamos atrapados en diversos sistemas autoritarios; ante todo en
la escuela, después en nuestro trabajo y hasta en nuestras
distracciones. Cada individuo, considerado por separado, es normalizado y
transformado en un caso controlado por una IBM. En nuestra sociedad,
estamos llegando a refinamientos de poder en los que ni siquiera habrían
soñado quienes manipulaban el teatro del terror.
—¿Y qué podemos hacer?
MF: El punto en que nos encontramos está más allá de
cualquier posibilidad de rectificación, porque la concatenación de esos
sistemas ha seguido imponiendo este esquema hasta hacerlo aceptar por
la generación actual como una forma de la normalidad. Sin embargo, no se
puede asegurar que sea un gran mal. El control permanente de los
individuos lleva a una ampliación del saber sobre ellos, el cual produce
hábitos de vida refinados y superiores. Si el mundo está en trance de
convertirse en una suerte de prisión, es para satisfacer las exigencias
humanas.

Michel Foucault. Foto: Jerry Bauer / opale / Dachary
—No sólo crítico, usted es, además, un rebelde.
MF: Pero no un rebelde activo. Jamás desfilé con los
estudiantes y los trabajadores, como lo hizo Sartre. Creo que la mejor
forma de protesta es el silencio, la total abstención. Durante mucho
tiempo me parecieron intolerables los aires que se daban algunos
intelectuales franceses y que les flotaban encima de la cabeza como las
aureolas en algunos cuadros de Rafael. Por eso me fui de Francia. Me
marché a un exilio total y maravilloso, primero en Suecia, donde dicté
clases en la Universidad de Uppsala, y después en un lugar que es todo
lo contrario, Túnez, donde viví en Sidi Bou Said. De esa luz
mediterránea puede decirse sin lugar a dudas que acentúa la percepción
de los valores. En África del Norte se toma a cada uno por lo que vale.
Cada uno debe afirmarse por lo que dice y hace, no por lo que ha hecho o
por su renombre. Nadie pega un salto cuando se dice "Sartre"?
—Ahora usted es aclamado como el lógico sucesor de Sartre?
De la misma manera, admiro a Chomsky.
Tampoco él profetiza: actúa. Participó activamente en la campaña
norteamericana contra la Guerra de Vietnam, con sacrificio de su trabajo
pero en el marco de su profesión de lingüista.MF:
Sartre no tiene sucesores, así como yo no tengo predecesores. Su
intelectualismo es de un tipo extremadamente inusual y particular. Y
hasta incomparable. Pero el mío no es de ese tipo. No siento ninguna
compatibilidad con el existencialismo tal como lo definió Sartre. El
hombre puede tener un control completo de sus propias acciones y su
propia vida, pero hay fuerzas capaces de intervenir que no pueden
ignorarse. Para serle franco, prefiero la sensibilidad intelectual de R.
D. Laing. En su ámbito de competencia, Laing tiene algo que decir y lo
vuelca en el papel con claridad, espíritu e imaginación. Habla en
función de su experiencia personal, pero no hace profecías. ¿Por qué,
entonces, habríamos de formular profecías, cuando éstas rara vez se
cumplen? De la misma manera, admiro a Chomsky. Tampoco él profetiza:
actúa. Participó activamente en la campaña norteamericana contra la
Guerra de Vietnam, con sacrificio de su trabajo pero en el marco de su
profesión de lingüista.
—Aparentemente, usted insiste mucho en la vida mental opuesta a la vida física.
MF: La vida mental abarca todo. ¿No dice Platón más o menos esto:
"Jamás estoy tan activo como cuando no hago nada"?
Hacía referencia, desde luego, a las actividades intelectuales, que en
el plano físico casi no exigen, tal vez, otra cosa que rascarse la
cabeza.
—¿Sus intereses siempre fueron filosóficos?
Como mi padre, me incliné hacia la medicina. Pensaba especializarme
en psiquiatría, por lo cual trabajé tres años en el hospital Sainte-Anne
de París. Tenía veinticinco años, era muy entusiasta —idealista, por
así decirlo— y contaba con una buena cabeza y un montón de grandes
ideas. ¡Aun en ese momento! Fue entonces cuando conocí a alguien a quien
llamaré Roger, un internado de veintidós años. Lo habían mandado al
hospital porque sus padres y amigos temían que se hiciese mal y
terminara por autodestruirse durante una de sus frecuentes crisis de
angustia violenta. Nos hicimos buenos amigos. Lo veía varias veces al
día durante mis guardias en el hospital, y empezó a caerme simpático.
Cuando estaba lúcido y no tenía problemas, parecía muy inteligente y
sensato, pero en algunos otros momentos, sobre todo los más violentos,
era preciso encerrarlo. Lo trataban con medicamentos, pero ese
tratamiento demostraba ser insuficiente. Un día me dijo que nunca lo
dejarían irse del hospital. Ese horrible presentimiento provocaba un
estado de terror y éste, a su vez, generaba angustia. La idea de que
podía morir lo inquietaba mucho y llegó a pedir que le hicieran un
certificado médico donde constara que nunca lo dejarían morir; como está
claro, la solicitud se consideró ridícula. Su estado mental se
deterioró y al final los médicos llegaron a la conclusión de que, si no
se intervenía con rapidez de la forma que fuera, se mataría. Así, con el
consentimiento de su familia, procedieron a hacer una lobotomía frontal
a ese joven excepcional, inteligente, pero incontrolable? Por más que
el tiempo pase, y haga yo lo que haga, no consigo olvidar su rostro
atormentado. Muchas veces me pregunté si la muerte no era preferible a
una no existencia, y si no se nos debería brindar la posibilidad de
hacer lo que queramos con nuestra vida, sea cual fuere nuestro estado
mental. En mi opinión, la conclusión evidente es que aun el peor dolor
es preferible a una existencia vegetativa, porque la mente tiene
realmente la capacidad de crear y embellecer, incluso a partir de la más
desastrosa de las existencias. De las cenizas siempre surgirá un fénix?
—Lo veo optimista.
MF: En teoría, pero la teoría es la práctica de la
vida. En el fondo de nosotros mismos sabemos que todos los hombres deben
morir. La meta inevitable hacia la cual nos dirigimos desde el momento
en que nacemos queda entonces demostrada. De todas formas, la opinión
común parece ser diferente: todos los hombres se sienten inmortales.
¿Por qué, si no, seguirían los ricos abultando sus cuentas bancarias y
haciéndose construir suntuosas viviendas? La inmortalidad parecería ser
la preocupación del momento. Por ejemplo, algunos científicos están muy
atareados en calcular, por medio de máquinas de alta tecnología,
acontecimientos que deberían verificarse dentro de millares de años. En
los Estados Unidos hay un interés creciente por la hibernación del
cuerpo humano, al que en una época ulterior debería volver a llevarse a
la temperatura normal. Cada año la preocupación por la inmortalidad
aumenta, aunque una cantidad cada vez más grande de personas mueran de
un infarto a causa del tabaco y la alimentación excesiva. Los faraones
nunca encontraron la solución al problema de la inmortalidad, ni
siquiera cuando se hicieron enterrar con sus riquezas, que esperaban
llevar consigo. Dudo mucho de que seamos nosotros quienes resolvamos ese
problema. Algunas palabras bien escogidas pueden ser más inmortales que
una masa de ectoplasma congelado?
—¿Y estamos de nuevo hablando del poder?
MF: Alcanzar la inmortalidad es la máxima aspiración
del poder. El hombre sabe que es destructible y corruptible. Se trata
de taras que ni siquiera la mente más lógica podría racionalizar. Por
eso el hombre se vuelve hacia otras formas de comportamiento que lo
hacen sentirse omnipotente. A menudo son de naturaleza sexual.
—Usted ha hablado de ellas en el primer volumen de su Historia de la sexualidad.
MF: Algunos hombres y algunas sociedades consideran
que mediante la imposición de controles a las manifestaciones sexuales y
el acto sexual es posible imponer el orden en general. Se me ocurren
varios ejemplos. Hace poco, en China se propusieron lanzar una campaña
en las escuelas contra la masturbación de los jóvenes, una iniciativa
que invita a trazar una comparación con la campaña que la Iglesia
emprendió en Europa hace prácticamente dos siglos. Me atrevería a decir
que hace falta un Kinsey chino para descubrir cuál fue el éxito
obtenido. ¡Sospecho que esto es como prohibirle a un pato acercarse al
agua! En Rusia, la homosexualidad es aún un gran tabú, y de ser
sorprendido en flagrante delito de violación de la ley uno termina en la
cárcel y en Siberia. De todas formas, en Rusia hay probablemente tanta
homosexualidad como en otros países, pero sigue encerrada en el clóset.
Objetivamente, es muy curioso que para desalentar la homosexualidad se
encierre a los culpables en la cárcel, en estrecho contacto con otros
hombres? Se dice que en la calle Gorki hay tanta prostitución de ambos
sexos como en la place Pigalle. Como siempre, la represión no ha
conseguido sino hacer más seductores los encuentros sexuales, y aún más
excitante el peligro cuando se lo corre con éxito. La prostitución y la
homosexualidad están explotando tanto en Rusia como en las otras
sociedades represivas. Es poco común que sociedades como ésas, sedientas
de poder como suelen serlo, tengan en esos ámbitos visiones intuitivas.
—¿Por qué elegir el sexo como chivo expiatorio?
El sexo existe y representa el noventa
por ciento de las preocupaciones de la gente durante gran parte de las
horas de vigilia. Es el impulso más fuerte que se conozca en el hombre;
en diferentes aspectos, más fuerte que el hambre, la sed y el sueño.MF:
¿Y por qué no? El sexo existe y representa el noventa por ciento de las
preocupaciones de la gente durante gran parte de las horas de vigilia.
Es el impulso más fuerte que se conozca en el hombre; en diferentes
aspectos, más fuerte que el hambre, la sed y el sueño. Disfruta incluso
de cierta mística. Se duerme, se come y se bebe con otros, pero el acto
sexual -al menos en la sociedad occidental- se considera como una
cuestión del todo personal. Por supuesto, en ciertas culturas africanas y
aborígenes se lo trata con la misma desenvoltura que a los demás
instintos. La Iglesia heredó los tabúes de las sociedades paganas, los
manipuló y elaboró doctrinas que no siempre se fundan en la lógica o la
práctica. Adán, Eva y al mismo tiempo la serpiente perversa se
convirtieron en imágenes en blanco y negro de comprensión inmediata, que
podían constituir un punto de referencia aun para las mentes más
simples. El bien y el mal tenían una representación esencial. La
significación de "pecado original" pudo grabarse de manera indeleble en
las mentes. ¿Quién habría podido prever que la imagen residual iba a
sobrevivir durante tantos siglos? [...]
—¿A qué o a quién atribuye usted la erosión de la influencia
ejercida por la Iglesia y la mayor comprensión hacia cualquier forma de
práctica sexual?
MF: No podemos subestimar la influencia de un señor
que se llama Freud. Sus teorías no siempre eran ciento por ciento
correctas, pero en cada una de ellas había una parte de verdad. Freud
trasladó la confesión de la rígida retórica barroca de la Iglesia al
relajante diván del psicoanalista. La imagen de Dios ya no vino a
resolver los conflictos: dejó su lugar al individuo mismo a través de la
comprensión de sus actos. Esa resolución ya no era algo que podía
obtenerse en cinco minutos de alguien que se declaraba superior porque
estaba al servicio de una fuerza más elevada. Freud jamás tuvo esas
pretensiones. El individuo debía ser su propio dios, por lo cual la
responsabilidad de la culpa recaía por entero sobre sus hombros. ¡Y la
responsabilidad siempre es lo más difícil de aceptar!
—¿No cree usted que el psicoanálisis se ha convertido en un instrumento expiatorio fácil para nuestro problema?
MF: Esa tendencia existe, pero más preocupante es
quizás el hecho de que el psicoanálisis ya no sea un instrumento sino
una fuente de motivación. Freud elaboró una teoría relativa a la precoz
naturaleza sexual de los niños. Como es obvio, los psiquiatras no
esperaban que los niños se prestaran a verdaderos actos sexuales; de
todas maneras, no resultaba tan fácil explicar su manera de chupar el
pecho o la búsqueda automática de tal o cual parte erógena de su propio
cuerpo. Por desgracia, a continuación se llegaron a connotar en términos
sexuales hasta la comida del niño, las historietas que leía o los
programas de televisión que miraba. Sería fácil concluir que en todo eso
los psicoanalistas leían más de lo que realmente había. Así, esos niños
quedan hoy encuadrados por un mundo sexualmente orientado —creado por
accidente para ellos y no por ellos—, un mundo que, en esta fase del
desarrollo, les ofrece bien pocas ventajas.
—En su último libro, Herculine Barbin llamada Alexina B., usted despliega el tema del cambio de sexo.
MF: Estaba haciendo algunas investigaciones para la
Historia de la sexualidad
en los archivos del departamento de Charente-Maritime cuando me cayó en
las manos la extraordinaria relación del caso de una mujer cuyo estado
civil debió rectificarse y a la que hubo que anotar como hombre. Los
casos de cambio de sexo son corrientes en nuestra época, pero en general
se trata de hombres que se convierten en mujeres. Vienen a la mente de
inmediato ejemplos como el de Christine Jorgensen, que después fue
actriz, o el de la célebre Jan Morris. Como sea, la mayoría de las
mujeres transformadas en hombres tenían, al parecer, los órganos de los
dos sexos y la transformación estaba determinada por la preponderancia
de la hormona masculina o la hormona femenina. El caso de Alexina B. fue
extraordinario no sólo debido al aspecto físico, sino también a la masa
de documentos exhaustivos y de acceso inmediato: esencialmente,
informes de médicos y abogados. En consecuencia, pude estudiarlo en sus
grandes líneas. Alexina B. descubrió la incongruencia de su propia
personalidad cuando se enamoró de otra mujer. Si se tiene en cuenta que
esto sucedía en el siglo XIX y, más aún, en una pequeña ciudad de
provincia, es interesante advertir que ella no procuró reprimir sus
sentimientos como desviaciones homosexuales y dejar todo como estaba. De
haber sido así, no habría nada que escribir sobre el tema?
—Al parecer, usted siente una fascinación intensa por la
exposición cronológica y el análisis de un acontecimiento real. También
ha publicado Yo, Pierre Rivière, habiendo degollado a mi madre, mi hermana y mi hermano
MF: Medio siglo, pero pocos kilómetros, separan a
Pierre Rivière de Herculine Barbin. En cierto sentido, ambos
reaccionaban contra el medio y la clase social en los que habían nacido.
No considero que el acto de Pierre Rivière —si bien engloba un
matricidio y tres homicidios— sea la afirmación de una mente atormentada
o criminal. Es una manifestación de increíble violencia si se la
compara con la de Herculine, pero la sociedad campesina normanda en la
cual creció Pierre aceptaba la violencia y la degradación humanas como
un elemento de la vida cotidiana. Pierre era un producto de su propia
sociedad, así como Herculine lo era de su sociedad burguesa y nosotros
lo somos de nuestro medio sofisticado y mecanizado. Después de cometido
su crimen, Pierre podría haber sido capturado con mucha facilidad por
los demás habitantes de la aldea, pero éstos tenían la sensación de que
no era un deber de la colectividad administrar justicia por su propia
cuenta. Estaban convencidos de que era el padre de Pierre quien debía
asumir el papel de vengador y rectificar la situación. Algunos críticos
consideraron mi libro sobre Pierre Rivière como una reafirmación de la
teoría existencial, pero en mi opinión eso es absurdo. Veo a Pierre como
la imagen de la fatalidad de su tiempo, exactamente como Herculine
reflejaba el optimismo de fines del siglo pasado, cuando el mundo era
fluido y podía pasar cualquier cosa, cualquier locura.
—Pero Pierre Rivière podría convertirse fácilmente en una ilustración clínica extraída de la Historia de la locura en la época clásica?
MF: La psiquiatría contemporánea sostendría que
Pierre se vio obligado a cometer su horrible crimen. Pero ¿por qué
debemos situarlo todo en el límite entre salud mental y locura? ¿Por qué
no podríamos aceptar la idea de que hay personas totalmente amorales
que caminan por la calle y son absolutamente capaces de cometer
homicidios o infligir mutilaciones sin experimentar sentimiento de culpa
o escrúpulo de conciencia algunos? ¿Hasta qué punto Charles Manson está
loco, hasta qué punto los asesinos de niños que deambulan en libertad
por Inglaterra están locos? O, en una escala mucho más grande, ¿cuál era
el grado de locura de Hitler? La psiquiatría puede llegar a
conclusiones basadas en tests, pero aun el mejor de estos puede
falsificarse. Yo me limito a sostener que todo debe juzgarse desde su
propia perspectiva y no en función de precedentes eventualmente
verificados. En la
Historia de la locura traté, en sustancia,
de investigar la aparición del concepto moderno de enfermedad mental y
de las instituciones psiquiátricas en general. Me incliné a incorporar
mis reflexiones personales sobre la locura y sus relaciones con la
literatura, sobre todo cuando afectaba a grandes figuras como Nietzsche,
Rousseau y Artaud. ¿Puede una forma de locura originarse en la soledad
impuesta por la profesión literaria? ¿Es posible que la composición
química de un escritor estimule metabólicamente las raíces de la locura?
Éstas no son, por cierto, preguntas que puedan encontrar respuesta
mediante una simple presión sobre el teclado de una computadora IBM.
—¿Cuál es su posición con respecto a los diferentes movimientos de liberación sexual?
La verdadera liberación significa conocerse a
sí mismo y con frecuencia no puede alcanzarse por intermedio de un
grupo, sea cual fuereMF: El objetivo fundamental
que se proponen es digno de admiración: producir hombres libres e
ilustrados. Pero justamente el hecho de que se hayan organizado con
arreglo a categorías sexuales -la liberación de la mujer, la liberación
homosexual, la liberación de la mujer en el hogar- es en extremo
perjudicial. ¿Cómo se puede liberar efectivamente a personas que están
ligadas a un grupo que exige la subordinación a ideales y objetivos
específicos? ¿Por qué el movimiento de liberación de la mujer sólo debe
reunir a mujeres? Para serle franco, ¡no estoy seguro de que aceptaran
la adhesión de los hombres! Muchas veces, las filiales locales de los
movimientos homosexuales son en la práctica clubes privados. La
verdadera liberación significa conocerse a sí mismo y con frecuencia no
puede alcanzarse por intermedio de un grupo, sea cual fuere.
—Hasta ahora la acción de masas parece haber sido eficaz.
MF: De todas formas, el pensamiento individual puede
mover montañas? y hasta doblar cucharas. Y es el conocimiento el que
estimula el pensamiento. Por eso, en libros como
Las palabras y las cosas y
La arqueología del saber
traté de estructurar de manera orgánica el saber en esquemas de
comprensión y acceso inmediatos. La historia es saber y, por lo tanto,
los hombres pueden conocer a través de ejemplos de qué manera, en el
transcurso de épocas pasadas, se afrontó la vida y se resolvieron sus
problemas. La vida misma es una forma de autocrítica, dado que, aun en
las más mínimas elecciones, es preciso efectuar una selección en función
de múltiples estímulos. En
La arqueología del saber intenté
analizar el sistema de pensamiento que me es personal y el modo en que
llegué a él. Se trata, con todo, de una operación que no habría podido
llevar a cabo sin la ayuda de una buena cantidad de escritores y
filósofos que estudié a lo largo de los años.
—A pesar de sus vastos conocimientos, o quizás a causa de ellos, hay muchas cosas que lo contrarían.
MF: Miro mi país, miro los demás países y llego a la
conclusión de que carecemos de imaginación sociológica y política, y
ello en todos los aspectos. En el plano social sentimos amargamente la
falta de medios para contener y mantener el interés no de intelectuales,
sino del común de los mortales. El conjunto de la literatura comercial
masiva es de una pobreza lamentable, y la televisión, lejos de
alimentar, aniquila. En el plano político hay en la hora actual muy
pocas personalidades que tengan gran carisma o imaginación. ¿Y cómo
podemos pretender entonces que la gente haga un aporte valedero a la
sociedad, si los instrumentos que se le proponen son ineficaces?
—¿Cuál sería la solución?
MF: Debemos empezar por reinventar el futuro,
sumergiéndonos en un presente más creativo. Dejemos de lado Disneylandia
y pensemos en Marcuse.
—No ha dicho nada de sí mismo, del lugar donde creció, el modo como se desenvolvió su infancia.
MF: Querido amigo, los filósofos no nacen, son, ¡y con eso basta!
Traducción: Horacio Pons
—Fuente:
@lanacioncom |
La Nación