¿Desorden o función?: El/la Sociólogo/a frente a la realidad social
Javier Torres Vindas
***
En primer lugar, la pregunta para el sociólogo/a se debe asumir en al menos
- Su propia biografía y cómo esta le “ubica” para dialogar con su tiempo y espacio
- La capacidad que posea para construir sus objetos de investigación
- Sus inclinaciones, bien sus convicciones y valores que desde donde se ubica sociohistóricamente e permiten apostar por una u otra.
- Las demandas objetivas de la realidad social en la que está inserto y que demandan de el o ella (si es que así asume dicho llamado) dar respuestas a preguntas que trascienden sus propias aspiraciones
- Las demandas subjetivas que otros apuestan en sus propias tomas de posición y que irremediablemente le compelen a tomar partido.
- Su específico lugar de producción epistémico que potenciará o limitará sus decisiones intelectuales
En resumen, la respuesta a dicha pregunta no surge como un imperativo ético-político-epistémico en el vacío, bien, como a priori que le permita abstraerse, antes de enfrentar las coyunturas específicas que le desafíen, lo cual no descarta que se pueda uno “casar” con alguna de ambas posturas por razones políticas o de enajenación ideológica, por ejemplo.
El o ella, como otros hijos de su tiempo debe construirse su ubicuidad desde la cual apostar por una u otra posible respuesta, o bien, puede que su distancia frente al hecho concreto le permita mirar ambos aspectos de la realidad y con esta ventaja transmitir u conocer para que otro/as tengan mayor claridad. Ante lo cual, surge la cuestión ¿debemos preguntarnos por lo funcional o por lo contrario en lo real social? ¿qué debemos estudiar el orden o el desorden?
La respuesta a tal cuestión, surge desde el lugar social del que proviene o con el que se identifica el investigador/a. Este lugar social es lo determina los alcances del investigador, es decir para quien funciona, o no, funciona la investigación de un determinado fenómeno social.
Por ejemplo el daño ambiental es un problema relativamente reciente que está íntimamente relacionado con la penetración del pensamiento de los llamados denominados verdes o ecologistas en la opinión pública. De esta forma empieza a darse una por preocupación por le funcionamiento de ciertos tipos de industria, la búsqueda de nuevas formas de tecnología menos dañinas y el cuestionamiento al modelo de desarrollo existente.
Otro caso es el reconocimiento de los diferentes sectores sociales del problema de los diferentes niveles de violencia que sufre la mujer, que llevan a problematizar la forma en que interactúan las relaciones entre los sexos.
Ningún sociólogo/a puede por analizar lo que está sucediendo en un determinado país, para generalizarlo como una tendencia universal, como ha venido sucediendo, por ejemplo con el caso de la universalidad de la secularización, pues implica que se deje de lado el estudio de los contextos sociales en los que se produce un determinado fenómeno social.
Desde estas observaciones, se retoma entonces que la diferencia entre el saber ingenuo y el conocimiento sociológico, es la forma en que se construye el objeto de la reflexión En este sentido, el primero analiza lo evidente estructuralmente y trata de actuar desde éste nivel. Pero el conocimiento sociológico no se puede quedar con lo evidente sino que se basa en la búsqueda de relaciones que permiten captar las conexiones que subyacen bajo las cosas que nos parecen obvias Es decir, la sociología frente al sentido común busca construir un objeto, al cual s ele va a imputar determinadas relaciones. Este objeto y sus consecuencias son determinados por un círculo científico que controla los procedimientos que se usan para captar estas conexiones, el lenguaje que se utiliza para construir el objeto, entre otros.
Si bien la sociología ha logrado darse una posición en la vida cotidiana, este posicionamiento ha generado la banalización de los conceptos sociológicos, es decir muchos conceptos sociológicos se desdibujan y se desconectan de las corrientes teóricas que los formaron, en las que encuentran sentido. Esto causa que a pesar de que la gente empieza a utilizar vocabulario sociológico o algunas afirmaciones sociológicas, al perder estas su conexión con el conocimiento sociológico, lo que impide que se puedan captar los cuadros completos o las consecuencias de determinadas decisiones.
En este sentido, las ciencias humanas nos han permitido avanzar en el conocimiento de su objeto mediante la construcción de conocimientos empíricos que permiten entender zonas naturalizadas o ideológicamente reificadas de la realidad, como fenómenos sociales complejos que pueden ser descritos y abordados de manera científica, crítica y racional. Por ejemplo, mediante el estudio sobre el impacto de las migraciones nicaragüenses en la prestación de los servicios de seguridad social o la delincuencia. Esto permite a la vez identificar y problematizar nuevos procesos o situaciones diversas, mediante la identificación de componentes no pensados o efectos no previstos (heterogonía de los fines), lo cual sin duda contribuye a la revisión y a la superación del propio conocimientos sociológico.
Producto de este esfuerzo crítico-racional, el enfoque sociológico permite hoy ser el más capaz en entender como un todo y, sin fragmentaciones, al ser humano moderno y su condición específica. Esto precisamente mediante del esfuerzo de la historización o reconstrucción activa de la génesis de los elementos componentes de la estructura social sobre la que se mueven los individuos. La posibilidad de historizar permite, como señalamos anteriormente, por un lado la posibilidad de desenmohecer o revitalizar aquellos aspectos de la vida social cristalizados y, por otro lado, permite poner en términos relacionales aquello que parece fragmentado bajo la óptica del sentido común (prenociones), que se queda en lo meramente inmediato.
Por otra parte, si tomamos como premisa (por ejemplo) que la sociología es el esfuerzo sistemático y disciplinado por establecer un campo de objetos de investigación que de cuenta de los diversos hechos sociales y en dicho esfuerzo construirlos como hechos sociológicos, esto es, develando las articulaciones internas que determinan las acciones individuales y/o colectivas. Entonces, podríamos decir que la vocación del sociólogo es romper con el sentido común, por ende, una afrenta y una exigencia de romper con el sentido común y ello con la sociología espontánea.
Ésta última surge en la vida cotidiana de la opinión o doxa a la cual todo/as nos sentimos autorizados a participar en tanto que miembros de sociedades concretas. He aquí, el primer reto, como “expertos” se nos pueden solicita opiniones informadas para los más diversos temas lo cual nos compromete a comunicarnos con personas que no maneja con profundidad los temas a los que nos referimos y en ocasiones nos vemos obligados a simplificar nuestro discurso, otro posibilidad se da en la tentación de opinar en aspectos a los cuales contamos con nociones informadas sin expertos. Pero, el más acuciante de las situaciones surge de la canalización de la sociología que se da cuando aquellos conceptos y elaboraciones teóricas pasan a ser del dominio público y se mimetizan con la doxa surgiendo un reto sobre el correcto uso del conocer sociológico enfrentado al conocer espontáneo que recurre a este conocer divulgativo.
La arena de la sociología política tiende por su centralidad en la cotidianidad a tener que vérselas con los anteriores y otros retos mencionados. Los que de forma directa influyen en la vida política recurren a elaboraciones científicas para legitimas o refutar en su quehacer, sea por sus propios medios o recurriendo a expertos en sociología en calidad de asesores. Los sociólogos que se interesan por la política, debido a su particular enfoque de la política poseen esta doble tensión estudiar y opinar sobre el acontecer político. La vigilancia epistemológica, debería ser su baluarte, que al menos les permita diferenciar los planos de su apuesta intelectual.
No hay comentarios:
Publicar un comentario